Berni y Kicillof se saltearon el Día de la Policía, donde se suicidan tres efectivos por mes
A la Policía Bonaerense se le suicidan tres efectivos por mes. Esta es la historia, y podría ser el tronco de un discurso valiente y actual para decir - para decirse- hoy en los fastos por el Día de la Policía. Pero no va a ocurrir. A la gestión no le importa tanto esta gente –y a la sociedad, menos–. Y se agrega un problema más concreto: la gestión omitió el acto.
El 13 de diciembre es la fecha más importante del año y siempre hubo actos. Uniformes de gala, discursos del gobernador de turno, asistencia de sus ministros predilectos y ceremonias de egreso masivo de cadetes. Todo al aire libre, en la escuela Juan Vucetich. Este año no hay 13 de diciembre. Y lo más significativo: nadie dice por qué.
En el Ministerio y en la Policía reinaba el desconcierto esta semana. De los pocos que hablan, algunos se recuestan sobre el Mundial (como si Argentina no jugara recién por la tarde este 13 de diciembre). Otros ofrecen explicaciones “de agenda” de Sergio Berni y Axel Kicillof, la pareja del año: Berni se corrió de la escena pública a fines de noviembre, y Kicillof, incondicional, corrió de la escena su plan para reemplazarlo.
De fondo aparece otro tema incómodo, cada vez más: los suicidios: el sábado se mató en La Plata un teniente primero. El caso repercutió un poco más porque el efectivo integraba la custodia de Kicillof, en la Casa de Gobierno. Pero su suicidio es el número 34 del año (sin incluir al personal retirado). Esto acerca a la Bonaerense al peor escenario, el de 2016, cuando los suicidios de policías en actividad según números oficiales fueron 39.
La realidad es que los policías del Conurbano bajan al baño de una estación de servicio y se vuelan la cabeza de un tiro. La realidad es que se mata en su día de franco gente que acaba de ingresar: es decir, hay muertes muy pegadas al test psicotécnico que admitió a las víctimas en la fuerza. Hay mucho para pensar y analizar. Es gente joven, tienen un trabajo, tienen hijos.
A la institución se le suicidan tres efectivos por mes. Y son constantes los intentos: este mismo fin de semana se disparó al corazón con su reglamentaria una oficial de Infantería de 24 años, en Melchor Romero, y sobrevivió. Si se consideran las tentativas: por mes intentan matarse cuatro efectivos y lo consiguen tres.
La dolorosa serie arrincona en un signo de pregunta a quienes conducen esta institución en un molde quizá ya antiguo. ¿Qué hacen con y por la salud mental de su gente? ¿Y con los sobrevivientes? ¿Algo de esto podría o debería ser dicho en un acto por el Día de la Policía? Quién sabe. Quizá no. Pero así están las cosas.
Esta fuerza tiene unos 80 mil agentes armados y una composición casi pareja entre hombres y mujeres. Este año, en mayo, Berni y la plana mayor de la Bonaerense inauguraron con un acto un parque memorial en la Vucetich para recordar a los efectivos caídos en el cumplimiento del deber. Pero la tragedia verdadera son los suicidios. Los efectivos fallecidos en acto de servicio este año son seis. Los que se suicidaron son 34. Los policías bonaerenses no caen a manos de los delincuentes: se autoeliminan con sus armas de fuego reglamentarias.
El suicidio no permite poner en juego el repertorio del servicio, de la fortaleza y del deber, del que está hecha una institución así. En cambio, es un tópico que supone hablar de la fragilidad, de las personas, de la salud mental, de la angustia y sobre todas las cosas, de las condiciones de vida de quienes hacen girar esta picadora de carne destinada a darles seguridad de los demás. Son decenas de miles de chicos. Los que se atreven o consiguen un turno, cuentan sus angustias ante psiquiatras azorados por las lógicas del universo donde sobreviven sus pacientes. Es que algunas dinámicas de esta actividad se asemejan a la esclavitud.
Del suicidio en la Policía no habla ni el capellán general de la Bonaerense, presbítero Hernán Andrés Remundini, que es funcionario el Ministerio y entre cuyas misiones y funciones está, naturalmente, la contención espiritual de los policías.
En 1979, a mitad de la última dictadura, se hablaba más de este tema que ahora. Una circular de la Bonaerense se abocaba a “medidas para prevenir y evitar los suicidios”. Preocupados por estas bajas, habían creado un Gabinete Psicotécnico, específico para este tema. Y tenían estudiado que el57% de los casos se asociaba a problemas familiares, el 29% a alcoholismo y el 14% a “trastornos mentales”.
Cuatro décadas después, la única política institucional sobre el suicidio de la que se supo algo oficialmente este año son unos afiches pegados en comisarías, que hablan del suicidio en general y ponen el teléfono de una ONG nacional. La gestión no destina recursos a programas internos para encarar el tema desde la psiquiatría. Y en el llano no hay espacios internos para procesar nada. Cuando se suicida un policía, sus compañeros no tienen con quién hablar del tema en la seccional. Todos cuentan más o menos eso.
Por algún motivo, la gestión prefirió cancelar el 13 de diciembre, la oportunidad anual para exaltar en el entorno apropiado logros y promesas para la seguridad de los ciudadanos. Lo que circula ahora es que la ceremonia se hará recién el viernes 16, más lejos de los diarios de la semana, y con el egreso de un pequeño subconjunto de cadetes.
El 13 de diciembre no es la único símbolo policial que desinstaló esta gestión. Otro es el Palacio de Seguridad de La Plata, sede legal del Ministerio. Berni forjó un ministerio blue, en Puente 12. Son oficinas austeras, en contenedores metálicos, dispuestas sobre una colina muy accesible desde la autopista Ricchieri. Desde entonces, 2 y 51 pasó a retiro. En La Plata hay más seguridad en el Ministerio de la Mujer que en el de Seguridad, un palacio abandonado a su suerte. Lo puede comprobar cualquiera ahora mismo. Las vallas policiales azul eléctrico, 0km, con envoltorio incluido, que presenta el perímetro de este ex ministerio, son sólo un decorado. Una huella de un modelo de compras de la gestión que nadie explica.
El otro símbolo desinstalado es el nombre. La Policía pasó a llamarse “Fuerza Buenos Aires”, sin que el nombre se haya modificado oficialmente. La identidad se ve en eslóganes, en spots de propaganda y en un abanico de uniformes nuevos que hubo que comprar.