El tiempo no espera a nadie
La cuarentena es una cápsula de tiempo donde todos los argentinos esperan algo.
La cuarentena es tiempo. Tiempo y oportunidad. Para invertir en algo, preparar al sistema de salud, planificar cómo resolver los grandes problemas de la vida en ciudades -el transporte público; las escuelas-. Para trabajar en medidas económicas. ¿Para elaborar reformas judiciales e impositivas?
Cumplimos cinco meses bajo el régimen de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO). La situación es inédita. Los contagios no bajan. Los problemas se acumulan. Y la cuarentena -falazmente presentada a la ciudadanía por el Gobierno como “un remedio”, “una medicina”- es, en pocas palabras, un recorte de tiempo donde todos piensan en el tiempo.
Todos los argentinos esperan algo. Que se anuncien nuevas prórrogas, concesiones, restricciones, resultados; que aparezcan los gobernantes para dar un anuncio -escena que cada vez se dilata más-. Que llegue “el pico” de los contagios. Esperan tener razón con lo que creen sobre lo que ocurre. Esperan saber cuándo van a abrir las escuelas, cuándo se van a poder ver con alguien, cuándo van a poder hacerse un estudio médico o cuánto tiempo le queda de vida a alguien y si acaso llegarán a tiempo a eso, perforando la burocracia del régimen. Así se le fue la vida a Solange Musse (una joven eferma terminal que sólo rogaba por ver a su familia, que estaba en otra provincia, algo que no le fue concedido en las reglas del ASPO) y también a su padre, aunque sobreviva.
El Presidente no tuvo tiempo para cerrar -al menos, para informar- las 60 medidas con que sacará al país del ahogo económico y social en que se sumerge. Sí tiene tiempo para contar que hace música, que pasa buenos momentos entre sus bandas favoritas y que fue a su antiguo hogar a buscar sus vinilos. También para ir (ayer, 29 de agosto) a un canal de TV a departir tres horas en una entrevista amable, expuesto a a videos enlatados y a carcajadas no recomendables, según su ministerio de Salud.
Tiene margen para hacerse la carta astral y comunicar un resultado en clave política: “Salió que estoy destinado a construir desde las cenizas” (las palabras parecen pesar cada vez menos; incluso cuando son como ésta). Y para contar que el domingo almorzará con sus seres queridos. Los demás argentinos, en cambio, se juntarán con sus afectos en la clandestinidad, ¡100% barrani! Y muchos seguirán creyendo que aún no se puede.
No le preocupan a Alberto Fernández ni el tiempo ni los espacios. Un rato antes, su cuenta de Twitter desconcertó al anunciar que ahora no se pagará roaming para usar la telefonía móvil entre Chile y Argentina. Las fronteras siguen cerradas, como los límites provinciales, en la cápsula de la cuarentena. Y esto, según dijo el Presidente un día antes (con poco tiempo: en un video muy breve cuya difusión se demoró casi tres horas), sigue al menos veinte días más. Pero ese fue el mensaje elegido para el sábado.
Fernández transmite poca preocupación por el tiempo, su uso y su irremediable pérdida. Quizá lo que más angustia a las personas. En la vida normal, en una prisión, en una cita, en un viaje, en una Presidencia o en una cuarentena.
Una canción de las más bonitas de Freddie Mercury dice Time waits for nobody. Bajo el poncho de una melodía sencilla y pegadiza por la que saltan las palabras esperanza y futuro, esa canción porta un mensaje oscuro y frustrante. Que el tiempo no espera a nadie. Y que eso es todo.