Johana Ramallo, la investigación de su muerte y un revuelo en La Plata
Todavía no está confirmada la identidad de Johana Luján Ramallo en el brazo derecho de una mujer que había descubierto un pescador el 1° de agosto de 2018 en Palo Blanco, Berisso. Hasta ahora, lo confirmado es el ADN positivo en restos de su pierna derecha, encontrados en la misma costa del arroyo Palo Blanco, a tres km del hallazgo del brazo pero veinte días más tarde, por una persona que circulaba en tractor. A 60 metros, la Policía había recogido el DNI legible de un varón.
En los últimos días el juzgado federal cumplió con nuevos rastrillajes en Palo Blanco, de los que participó el Equipo Argentino de Antropología Forense. Por el momento, esas búsquedas, para dar eventualmente con más elementos asociados al caso, resultaron negativas. La superficie para cubrir en un barrido riguroso es considerable: como mínimo, los tres kilómetros de distancia que hay entre el punto de un hallazgo y el del otro. La zona es costera y solitaria, con pocas familias residentes, algunos pescadores y mucha vegetación. Y el descarte de autopartes y basura es típico en el lugar.
Marta Ramallo, madre de Johana, que acompañó estas tareas en Palo Blanco, expresó desde su cuenta de Facebook: “Ni olvido ni perdón lucharé por verdad justicia y memoria”.
El circuito
En 2018, cuando el pescador de Palo Blanco halló el brazo, a unos 50 metros del río, la Policía Bonaerense dijo que seguramente era de mujer, y esa noticia llegó a los medios. Pero pasó inadvertido para la causa que tramita en el juzgado federal 1, donde se buscaba a Johana en la hipótesis de trata con fines de explotación sexual. Ante el hallazgo, la Policía rastrilló y encontró también cabello y otros elementos, que ahora podrían aportar a la identificación. Aunque los restos, como se sabe, contenían huellas dactilares, que no se vincularon con las búsqueda de una mujer desaparecida. De haber sido así, la identidad se podría haber conocido en agosto de 2018. Las fiscalías provinciales y el juzgado quedan a cinco cuadras de distancia entre sí.
Veinte días más tarde, cuando el tractorista denunció haber visto la pierna, también fue noticia. Y la Policía dijo que se relacionaba con el otro descubrimiento, pero esta nueva causa penal no se unió con la anterior. En el fuero federal esta vez sí se tomó nota, pero ahí comenzó un circuito que resulta confuso, por el cual recién la semana pasada se confirmó el ADN. Se perdieron así ocho meses de investigación por la muerte de Johana.
Desde la semana pasada hasta el 1° de agosto de 2018 (fecha del primer hallazgo), Johana estuvo oculta en la burocracia bonaerense y federal. La existencia de sus restos sin nombre constaba en una serie de expedientes judiciales. Y los restos se guardaban en la comisaría Segunda de Berisso –la misma donde los vecinos de Palo Blanco denunciaron hallarlos nueve meses atrás — aunque la Policía Científica les había perdido la pista.
Pero en un medio húmedo (en el río, en la costa) habían estado como mínimo desde junio de 2018 (45 a 60 días antes de la fecha en que se encontraron, dijeron los peritos de la morgue policial de La Plata; por lo menos). Johana desapareció alrededor del 26 de julio de 2017, en una de las zonas rojas de La Plata. Qué pasó desde esos días hasta que su cuerpo haya llegado al río o a la costa es el período indefinido en el que Johana quizá estuvo con vida, oculta u ocultada, en algún lugar. Y donde se centran las preguntas.
El equipo jurídico y político que impulsó el reclamo por su aparición siempre sostuvo que detrás de su desaparición puede haber una red de trata. La nueva etapa del caso –una historia donde se anudan la pobreza, la prostitución, la violencia machista y quizá el narcotráfico– implica barajar y dar de nuevo. En principio, investigar cuándo, cómo y dónde murió Johana. Quiénes y cómo descartaron su cuerpo. Quiénes lo saben.
El revuelo
Ante el giro del caso, un pequeño sector del heterogéneo colectivo que acompaña a la madre de Johana y desde 2017 pide por su aparición sorprendió con una campaña anti periodismo. Ordenaron bajar notas publicadas y hacer silencio sobre la historia –una trama hecha precisamente de silencios –. Promovieron el linchamiento mediático para periodistas que no habían obedecido.
La virulenta cruzada para que no se hablara de la víctima desconcertó a muchos en La Plata y más allá. El fenómeno obedece a a que ese sector, orgánico a Nuevo Encuentro y a la Facultad de Periodismo y Comunicación de La Plata, era el responsable de la estrategia de comunicación social de un caso tan delicado. Que no fue acertada.
Pero el revuelo en La Plata por la noticia de que todo esto debió saberse mucho antes multiplicó tensiones también fuera de la academia. Entre funcionarios judiciales, con la Policía Bonaerense (Científica), y entre ésta y la morgue policial. Por ejemplo, porque afloraron negligencias referidas también al tratamiento y la cadena de custodia de esos restos dentro del laberinto estatal. Negligencias que no sorprenden pero parecen no acabar.
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